viernes, 13 de abril de 2007

Thomas Clarkson. Foto: gentileza Bridgeman Art Library
Clarkson fue el primero en utilizar el boicot de productos como arma política.

En los sofisticados salones de té del imperio británico, muy poco -o casi nada- se hablaba de la venta y compra de esclavos o de las terribles condiciones en que los africanos emprendían un viaje en el cual, muchos de ellos, morían a causa de enfermedades, desnutrición o maltrato.

Menos aún de cómo se obtenían aquellos delicados terrones de azúcar que endulzaban las bebidas y permitían la preparación de deliciosas tartas, budines, confituras y bombones, que deleitaban el paladar de la más alta sociedad británica.

Los eufemismos estaban a la orden del día: los encargados de esta empresa eran más conocidos como "aventureros" en el "comercio de África" o "de Guinea" que como comerciantes de esclavos.

Si bien la prohibición del comercio de esclavos y finalmente la abolición total de la esclavitud se logró por una conjunción de factores, podemos atribuirle a un hombre en particular el haber dado un paso crucial para generar conciencia entre la población y los círculos académicos e intelectuales sobre el problema moral que representa la esclavitud.

Se trata de Thomas Clarkson, un británico al que podemos calificar de pionero en la lucha por los derechos humanos.

¿Cómo lo hizo?

Fue pionero no porque decidió luchar contra una forma de comercio injusta e inhumana -de hecho existe una larga lista de abolicionistas- sino porque su idea de cómo llevarla a cabo fue inspiración y modelo de muchas otras campañas por los derechos humanos del futuro.

Él fue el primero en utilizar el boicot -en este caso de los alimentos producidos con fuerzas esclavas- como arma política y los resultados que obtuvo gracias a ello fueron asombrosos.

Azúcar no hecha por esclavos. Foto: Norwich Castle and Ceramics Gallery.
"Azúcar no hecha por esclavos". Clarkson contribuyó a hacer visible lo invisible.

Todo empezó en 1785 en la universidad de Cambridge, cuando Clarkson presentó para un concurso de latín su ensayo titulado "¿Es legal esclavizar a otros en contra de sus deseos?"

En ese entonces Clarkson tenía 25 años y a partir de ese momento, dedicó toda su pasión, energía e inteligencia a luchar por la abolición del comercio de esclavos.

Cuestión de estrategia

La primera tarea con la que debió enfrentarse Clarkson fue la de hacer visible lo invisible, la de poner en evidencia esta trata de la que nadie hablaba.

Para ello recorrió el Reino Unido de norte a sur en busca de testimonios y de evidencia física que los avale.


Conversó con capitanes de barcos que trasladaban esclavos, médicos que viajaron en las naves, con esclavos que lograron escapar. En Liverpool y Bristol -dos de los puertos más importantes en la trata de esclavos en el Imperio Británico- recolectó grilletes, "collares" y otros instrumentos de castigo empleados con los africanos.

Toda esta información, Clarkson la volcó en conferencias que dio tanto en su país como en Francia.

Pero el golpe magistral durante su campaña llegó cuando Clarkson consiguió un diagrama del barco de esclavos Brookes, que pertenecía a una familia de Liverpool del mismo nombre.

Este plano mostraba la distribución de los esclavos (al menos 482) en la nave: uno al lado del otro, hacinados y en las condiciones de miseria más extremas.

Clarkson hizo más de 700 copias de este dibujo y las publicó donde pudo: la imagen causó sensación, nadie podía ya seguir negando los horrores de la trata de esclavos.

El plano del barco Brookes se convirtió en la imagen emblemática de la lucha contra el comercio de esclavos.

Boicot

Otro elemento clave en su estrategia fue la utilización del boicot. Clarkson organizó lo que probablemente constituye el primer boicot contra el consumo de productos, en este caso contra la consumición de azúcar negra proveniente de haciendas que empleaban esclavos.

Todavía quedan algunas azucareras de la época con la leyenda "Azúcar no hecha por esclavos".

Olaudah Equiano. Foto: Bridgeman Art Library.
Clarkson recogió testimonios de primera mano de esclavos liberados.
Hoy en día, su experiencia sigue teniendo vigencia. Quienes hacen campañas por un comercio justo, por ejemplo, utilizan sus mismas prácticas.

Si bien la historia tardó en darle a Clarkson el reconocimiento que merecía, los hijos de Willberforce -otro de los abolicionistas- escribieron una biografía de su padre en la que minimizaron la obra de Clarkson, él vivió hasta los 86 años y tuvo la suerte de ver sus deseos hechos realidad, al menos en su país.

Después de más de 20 años de lucha, el 25 de marzo de 1807 el Parlamento británico aprobó una ley que prohibía el comercio de esclavos y finalmente en 1833 decretó la abolición de la esclavitud.

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